El año 2020 ha demostrado que el avance del progreso humano no es una fuerza imparable que pueda darse por sentada. En el lapso de unos pocos meses, décadas de desarrollo se han visto truncadas por un virus. Recuperar el rumbo no es imposible. Pero tampoco es inevitable. Requiere una acción consciente y un esfuerzo colectivo. Necesitará que todos pongan su hombro al timón y empujen con fuerza en la misma dirección.
A medida que nos acercamos al final de este difícil año, nos enfrentamos a una elección. Podemos dejar que el 2021 sea el año del gran retroceso - el desmoronamiento de 40 años de progreso - o podemos trabajar juntos para asegurarnos de que todos encontremos una salida a esta pandemia.
El virus tomó al mundo desprevenido, y a principios de este año había muchas cosas que no sabíamos. Pero en esta etapa, nadie puede alegar la ignorancia como excusa para la inacción. Sabemos cuáles son los problemas. Sabemos lo que se puede y se debe hacer al respecto.
Ha quedado claro desde hace tiempo que no es el virus en sí mismo el que más daño hace en los países vulnerables. Son los impactos secundarios de los confinamientos subsiguientes y de la recesión mundial: el aumento de los precios de los alimentos, la caída de los ingresos, la disminución de las remesas, la interrupción de los programas de vacunación, el cierre de escuelas. Todos ellos afectan más duramente a las personas más pobres de los países más pobres.
Por primera vez desde el decenio de 1990, la pobreza extrema aumentará. La esperanza de vida disminuirá. Se prevé que el número de muertes anuales por VIH, tuberculosis y malaria se duplique. Tememos que casi se duplique el número de personas que se enfrentan a la hambruna. Muchas niñas que no están asistiendo a la escuela no volverán a ir.
La pandemia ha sido devastadora, pero para muchos de los países a cuyas necesidades estamos respondiendo en este plan fue otra capa de penuria que se sumó a los conflictos prolongados, los efectos del cambio climático y la peor plaga de langostas en una generación.
En conjunto es una mezcla tóxica que ha llevado las necesidades humanitarias a niveles inimaginables a principios de año. Al mirar hacia adelante nos enfrentamos a la perspectiva de un regreso a un mundo en el que la hambruna, algo que creíamos haber consignado a la historia, es algo común una vez más. Donde los derechos y las perspectivas de las mujeres y las niñas se ven afectados. Donde los padres no pueden tener la confianza de que sus hijos lleguen a su quinto cumpleaños.
Todo esto puede ser evitado. Trabajar juntos para encontrar y financiar soluciones es la única salida. Las naciones ricas tienen los medios y la motivación para ayudar. Sería cruel e insensato de su parte mirar hacia otro lado mientras luchan contra una segunda ola con la promesa de una vacuna en el horizonte. Los problemas locales se convierten en problemas globales si se les permite. Hay un fuerte argumento moral y de interés propio para actuar.
En este año tan difícil, el personal de los organismos humanitarios ha evitado los peores resultados, mostrando un valor, un compromiso y una compasión impresionantes. Los organismos de las Naciones Unidas, las organizaciones no gubernamentales (ONG) locales e internacionales, los socios locales sobre el terreno y las personas de las propias comunidades afectadas han trabajado incansablemente, mano a mano. En ningún momento se han rendido o han cedido.
Pero el panorama es sombrío. A pesar de la creciente generosidad de los donantes, la brecha entre las necesidades y la financiación disponible sigue creciendo. Seguimos necesitando una respuesta que se corresponda con la magnitud de la crisis. Necesitamos que los planes sintetizados en este resumen estén totalmente financiados - se necesitan 35 mil millones de dólares para satisfacer las necesidades de 160 millones de personas lo más rápido posible.
Esta es una coyuntura crucial. No tendremos una segunda oportunidad para tomar la decisión correcta.
Nunca he estado más asombrado por la determinación de las personas que viven vidas inimaginablemente duras en tragedias humanitarias, y su negativa a perder la esperanza. El progreso humano es difícil de conseguir y frágil. La historia nos juzgará duramente si presidimos el gran retroceso.
Mark Lowcock